La revolución de 1891.

 En la madrugada del 7 de enero de 1891, los buques de la escuadra nacional, surtos en la bahía de Valparaíso, levaron anclas con rumbo hacia el norte, en abierta insurrección contra el Jefe del Estado. Mandábalos el capitán de navío Jorge Monttdesignado comandante de la escuadra por el vicepresidente del Senado, Waldo Silva, y por el presidente de la Cámara de Diputados, Ramón Barros Luco. Al mismo tiempo, se publicaba un acta, firmada por la mayoría de los miembros del Congreso, por la cual se deponía al Presidente Balmaceda por haber violado la Constitución.

 Se estaba en plena guerra civil. De la escuadra no quedaban a Balmaceda más que unos cuantos transportes. Pero el ejército le permanecía leal. Estaba decidido a sostener su gobierno sin contemplaciones.

Las operaciones militares fueron largas y sangrientas. Las operaciones navales lo fueron también. En éstas hubo que lamentar el hun­dimiento del acorazado Blanco Encalada, buque almirante de la escuadra congresista. Durante la revolución llegaron procedentes de Inglaterra las torpederas  Condell y Lynch,  mandadas construir anteriormente. Puestas al servicio de Balmaceda, acecharon al Blanco Encaladasurto en Caldera. Un torpedo de la Lynch lo echó a pique.

 

Más de siete meses duraba la revolución y no se divisaba su término. Surgían conspiraciones contra el gobierno y se levantaban montoneras. Las cárceles rebosaban de presos políticos. La indignación subió de punto cuando una partida de jóvenes de familias ricas fue sorprendida organi­zando una montonera en Lo Cañas, fundo próximo a Santiago, del caudillo conservador Carlos Walker Martínez. Las tropas, al sorprenderla le dieron una batida, de la cual resultaron muchos muertos. A los prisioneros se les ejecutó en el mismo campo.

Jorge Montt y los demás miembros de la Junta de Gobierno llegaron a instalarse en la capital. La revolución de 1891 había concluido. Costaba a la nación 10 mil vidas y al erario público más de 100 millones de pesos; a los particulares, sacrificios y pérdidas enormes. En cambio, el país consagraba como régimen político el parlamentarismo, según el cual el Poder Ejecutivo quedaba sometido al Congreso. No podría asegurarse si este resultado era una compensación o un serio interrogante.