Cementerios Laicos.

Se dictaron en 1884 un conjunto de leyes conocidas con el nombre de Leyes Laicas, entre ellas, la ley de cementerios laicos para individuos de cualquier credo religioso.

La jerarquía eclesiástica, representada por señor Larraín Gandarillas, Vicario en la sede vacante, censuró los cementerios fiscales y municipales. Los párrocos cesaron de expedir los pases necesarios para la sepultación y las familias católicas se dispusieron a enterrar a sus muertos en las iglesias, como se había hecho en la Colonia.

 

Santa María dictó entonces un decreto prohibiendo la sepultación en los cementerios particulares e, incluso, para llevar los cadáveres a las iglesias para las honras fúnebres, lo cual dio origen a las situaciones más inverosímiles y macabras, en que se llegó hasta al ocultamiento de cadáveres.